Es siempre gratificante regresar al contacto con jóvenes en los espacios universitarios. Representa un muy necesario “cable a tierra”. Eso hice esta semana. No en el convencional plano de la docencia; pero, igual, me permitió un baño del casi olvidado día a día de la Academia.
Un conversatorio (confieso que no me gusta el término) con estudiantes, profesionales noveles y líderes comunales populares, me permitió el sentimiento del regreso a la casa de mis viejos afanes. Ahora, en el plano de la extensión; o, mejor, del compromiso moral como universitario y ciudadano, en la “orientación de la vida del país”, por la vía de la “contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales”, como reza la Ley de Universidades vigente.
El compromiso giraba alrededor del tema de “La Constituyente como Mecanismo de Reinstitucionalización”. Comparto con José Efraín Valderrama, joven y muy bien formado abogado carabobeño, quien fungió de comentarista de nuestra ponencia, que el cometido mayor de un proceso de cambio constitucional y legal en Venezuela debe ser para la integralidad y efectividad del ordenamiento jurídico todo, y no solo un cambio constitucional. En sus palabras, “lo más importante es que la Constituyente sería un mecanismo de reinstitucionalización sin violencia, y una oportunidad de diálogo entre los distintos sectores”.
Nuestro planteamiento se cumplió desde dos perspectivas: la institucional y la personal: Una, acopiadora, divulgativa y orientadora; la otra, comprometida y militante. La primera, cumplida a través del Proyecto Bicentenario, de la Asociación Venezolana de Rectores Universitarios, AVERU; la segunda, en el trabajo de impulso a la convocatoria ciudadana de una Asamblea Constituyente, como modo de gestión de una transición a la democracia en Venezuela.
En lo segundo, hemos comenzado una serie de reuniones de diverso tipo, motivadas por el deseo de contribuir a la iniciativa de todos en tres aspectos fundamentales: 1°) conocer la base constitucional sobre la cual fundamentar la convocatoria de interés; 2°) analizar en detalle el proceso integral que puede permitir desde la creación de factibilidad política a ese pretensión, hasta el resultado final deseado: un mejoramiento definitivo de toda la trama institucional, legal y de procedimientos del país; y 3°) ir resolviendo uno a uno los múltiples dilemas y trabas asociados a la posibilidad.
Nuestro énfasis ha estado en la comprensión de la convocatoria constituyente, no como un simple trámite, bajo el amparo constitucional, sino como una iniciativa política, con todos los medios de lucha democrática por delante, lo cual, como plantea el Profesor Agustín Blanco muñoz, “surge de un colectivo que hace conciencia de la necesidad de convertirse en agente constructor de su propia historia”.
El país muestra, precisamente en este momento en el cual se cumple un paso más del cronograma electoral del sistema de cohabitación política del oficialismo y la Mesa de la Unidad Democrática, un proceso de gran interés político: una intensa erosión de los extremos representados por ambos conglomerados, altamente polarizados.
El descontento y la búsqueda del centro político representan hoy una potencial nueva mayoría, a la espera del incentivo que los reagrupe en un nuevo bloque social y político: la unidad nacional invocada por Rustow, en sus estudios sobre transiciones a la democracia.
Con esa realidad social, potencialmente política, y un manejo de contenidos –no un vano artilugio del marketing político- estaríamos enfrente del tipo de acción más temido por el sistema. Sería “una mayoría que organiza su movimiento”, de nuevo con las palabras del Profesor Blanco. El mejor contenido disponible a la política democrática venezolana actual –no tengo dudas- es el reto de su reinstitucionalización; o sea, un claro cometido transicional.
De eso hablamos ayer frente a jóvenes. Con excelente respuesta. Fue, como me dijo uno de ellos, “mensaje copiado”. La Venezuela de hoy no quiere seguir actuando electoralmente tras de caudillos o figuras carismáticas, sino en la definición consciente de su presente y su futuro. Discutir contenidos. Eso es. Es su exigencia. No está dispuesta a firmar cheques en blanco y postdatados a los políticos, sino trabajar codo a codo con ellos en la construcción de un mejor país.
Esa juventud entiende, como pareciera costar a amplios sectores del país, que se requiere otro tipo de valores y medios políticos. Largo plazo, antes que coyuntura y banalidad; proyecto, muy superior que eslóganes y jingles; consenso, mejor que enfrentamiento e ingobernabilidad; discusiones temáticas, por encima de candidatos. Y así, una mucha más amplia impactante lección de madurez.
Los jóvenes han estado dando la cara por Venezuela. En realidad, así ha sido siempre. Se mostró de nuevo ayer. Pensando desde el “chigüire” (figura usada por José Efraín, para invocar un elemento de identidad nacional), una joven, Elen Zayago nos preguntaba cómo hacerlo de manera profundamente venezolana. La envío ahora una segunda respuesta: como lo están haciendo ustedes. Mente, y no solo músculo, son las claves.
Gracias a todos ellos y a Kelvi Zambrano y Miguel Seijas por la organización.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
sjguevaragarcia@gmail.com / @SJGuevaraG1
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