Estamos cumpliendo, como universitario y como ciudadano, la misión de informar y aclarar dudas a la gente sobre la posibilidad de convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, como medio concreto de hacer avanzar una transición a la democracia.
Ir a una constituyente no es puro trámite. No es solo el acto inocente de invocar la Constitución. Ese acto debe estar revestido del respaldo político y social de una nación que decidió convertir la mayoría de los que no viven ni se aprovechan de la política, en un inmenso movimiento de cambio.
Venezuela no tiene instituciones. No hay instituciones, sino regreso a cuando no las había, si reinan la arbitrariedad, el monopolio del poder, la apropiación de todos los poderes por uno, el uso institucional y “parainstitucional” de la violencia contra los ciudadanos, la negación despótica de derechos, la imposición de un proyecto político no reconocido por la Constitución, etc.
Si no hay instituciones, lo que procede es recuperarlas. En nuestro país toca lo que en la transición se llama reinstitucionalizar; o sea, crear o reformar las instituciones. Constitución, leyes, organizaciones, procedimientos, relación de la sociedad con las nuevas instituciones, etc., caen dentro del proceso. Es apuntar al futuro y a la solución permanente de los problemas que hemos arrastrado por décadas.
Sucede que hoy por hoy, en el mundo -con base en estudios científicos- se está de acuerdo en que el éxito nacional y la buena gestión pública dependen, no de los liderazgos -ni tradicionales, ni carismáticos- sino de las buenas instituciones. Y se llama buenas instituciones a las que son firmes y durables y resultantes de grandes acuerdos nacionales.
Teniendo ese secreto en las manos -no todos lo saben- parece una tontería no aplicarlo. Y seguir dónde estamos. Es el gran propósito de un proceso constituyente, como modo de concretar una transición a la democracia. Que, de ser buena, debería facilitar su consolidación en el largo plazo.
Venezuela tuvo una. Pero, con mala suerte (la nefasta revolución cubana, que nos engañó a todos, los turbulentos años sesenta, etc.) y sin medios de consolidación. Por eso estamos dónde estamos.
Que no vuelva a ocurrir. Venezuela puede ir a una transición. Es cuestión de crear aún más las condiciones. De propiciar un “Momento Transicional”. Esa transición debe ser para múltiples acuerdos de reinstitucionalización. Apuntando al largo plazo: al pleno éxito nacional.
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